A nadie le importa lo que haces (y es la mejor noticia que podrías recibir)

Cómo dejar de vivir para la opinión de otros y empezar a vivir para ti

Todo lo que haces y todo lo que te preocupa en realidad no le importa a nadie. Suena tal vez decepcionante, pero es una realidad. Y es una de las mejores noticias que podrías recibir.

Hace 1 semana días perdí suscriptores después de subir mi último video. No sé por qué pasó, pero esa sensación de que tal vez estás haciendo las cosas mal me hizo dudar. Al pensar en esto me di cuenta que todavía estoy buscando que me aprueben como si tuviera 8 años esperando que mi mamá me diga "muy bien, hijo".

La verdad es que siempre he pensado en lo que piensan los demás, aunque me cueste admitirlo. Por eso me creé una cuenta nueva de Instagram. Por eso estoy pendiente de los comentarios esperando esa sensación de aprobación.

Pero últimamente he estado pensando algo que suena cruel pero siento que también es liberador: a nadie le importas. A NADIE.

Tener este mindset especialmente cuando hago algo que de alguna forma te expone a los demás - como videos en internet - es como quitarme una maleta con peso de mis hombros y de hecho me permite disfrutar más las cosas que hago.

Por qué esto es realmente una buena noticia

Cada persona está tan ocupada con su propia vida, sus problemas, sus responsabilidades e inseguridades, que simplemente no tienen tiempo ni energía para estar analizando lo que tú haces.

Piénsalo:

  • La mayoría de personas ni se van a dar cuenta de lo que haces.

  • Los pocos que se den cuenta se van a olvidar rápido.

  • Y los que realmente importan te van a respetar por intentarlo.

¿Cuánto tiempo pasas tú analizando los primeros intentos de alguien más en algo? ¿Te acuerdas del video incómodo de un desconocido en redes semanas después? ¿Juzgas a alguien por lanzar un negocio que no funcionó? Probablemente no.

Pensar que todo el mundo nos juzga es como cargar un peso invisible todo el tiempo. No te mueves libre, no haces lo que realmente quieres, y te quedas paralizado. No te sientes tu mismo. Y eso de aparentar ser alguien que no eres, desgasta.

La mayoría de las veces lo que nos detiene no es que la tarea sea difícil, sino el miedo a lo que vaya a pensar el resto.

Y las redes sociales lo empeoran todo. Si te sientes mal por 5 minutos, boom - 230 fotos de gente "viviendo su mejor vida". Es imposible no pensar que algo está mal contigo.

Mi experiencia real

Tengo mi Instagram personal desde el colegio, pero nunca subía videos hablando a la cámara porque pensaba que se veían súper cringe. Que mis familiares y amigos de la universidad vieran mis videos me daba una vergüenza terrible.

Al final me creé una cuenta nueva donde pudiera subir lo que quisiera sin preocuparme por lo que pensaran mis conocidos. Y sí, al principio me resistí porque se sentía como "esconderme". Pero eso abrió la puerta a entrenar ese mindset de que - a nadie le importo (en la buena forma) - que les digo.

En mi caso en particular, la verdad es que he cambiado desde que me creé Instagram en el colegio. Las personas que me seguían entonces probablemente no conectan con el mensaje que quiero entregar ahora, pero el hecho de poder entregar ese mensaje sin preocuparme por lo que piensen de mi me dio más seguridad de equivocarme.

Ejemplos de cosas que nadie recuerda:

Empezar un canal de YouTube: Nadie se acuerda si tus primeros videos fueron cringe. ¿Lo peor que puede pasar? Unas pocas vistas y, con el tiempo, mejoras.

Escribir un blog: Nadie se agobia si tus primeros artículos son divagantes o malos. ¿Lo peor que puede pasar? Tal vez solo tu mamá lo lea... hasta que lo hagas mejor.

Emprender un negocio: Nadie te juzga por los primeros fracasos. ¿Lo peor que puede pasar? Aprendes, ajustas y vuelves a intentarlo.

La adicción a la aprobación

La aprobación es una droga. Y todos somos adictos porque nos la han dado desde pequeños. Nos han programado para necesitarla.

Sacabas buenas notas en el colegio y eras "el niño inteligente". No las sacabas y eras "el que no se esfuerza".

Hacías algo bien y te premiaban con elogios, stickers, o regalos. Te portabas mal y te castigaban retirándote el cariño.

No digo que premiar esté mal. Lo que está mal es que aprendimos a hacer las cosas SOLO por esa aprobación externa.

Te vuelves adicto a esa sensación. Y cuando no la recibes, sientes un rechazo fuerte que te destruye por dentro. Para alguien inseguro (como yo en esa época), esa falta de aprobación se siente como si fueras un fracaso total como persona.

Y luego en la vida adulta por ejemplo:

  • Publicas algo en redes y estás obsesivamente pendiente de los likes.

  • No hablas en una reunión porque "¿y si digo algo estúpido?"

  • No empiezas ese proyecto porque "¿y si no le gusta a nadie?"

  • Cambias tu opinión dependiendo de con quién estés hablando.

Date cuenta y acepta que necesitas esa aprobación. Yo la necesito. Tú probablemente también. Está bien admitirlo.

Conviértete en observador de tus propios pensamientos. Te vas a dar cuenta de cuánto de tu energía mental gira alrededor de conseguir aprobación. Ese es el primer paso para dejar de necesitarla.

La libertad que viene después

Cuando asumes que a nadie le importa (no porque sea verdad al 100%, sino para liberarte de esa adicción a la aprobación), algo cambia.

Es como quitarte un peso invisible de los hombros.

Empiezas a hacer cosas para ti, no para los demás. Te vuelves auténtico porque ya no estás actuando para complacer a nadie.

Y en realidad surge algo un poco irónico porque cuando dejas de buscar desesperadamente la aprobación, es cuando empiezas a conseguirla naturalmente. Porque la gente se conecta con lo auténtico, no con la actuación.

Mientras tú te preocupas por ser juzgado, alguien más está intentando, fallando, aprendiendo y mejorando.

La realidad es simple: Nadie tiene tiempo para analizar tus fallas, tus errores o tus intentos torpes. Están demasiado ocupados con sus propios problemas, sus propias inseguridades y sus propios miedos.

Y eso, lejos de ser triste, es tu ticket a la libertad.

Es la liberación de una prisión que tú mismo construiste. Una prisión donde el guardia eras tú, las llaves las tenías tú, y la puerta siempre estuvo abierta.

Solo tenías que decidir salir.

Gracias por leer,

Kev